viernes, 2 de septiembre de 2011

LA ROSA DEL PRINCIPITO


                               

"Entonces no supe comprender nada. Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡Nunca debí escaparme! Debí adivinar su ternura detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber "amarla"...
                                                                                          Antoine de Saint-Exupéry
                                                                                                     (El Principito)
La idea que nosotros tenemos del mundo exterior nos deslumbra tanto que perdemos de vista lo que realmente nos sostiene, nos olvidamos de los afectos sinceros, no le damos el valor que realmente tienen para cada uno.
Las luces de otros mundos (personas) nos quieren deslumbrar con sus palabras y falsas apariencias que al profundizar nos damos cuenta que detrás de esas luces no hay lo que creíamos de ellas, nuestra admiración o sentimientos se basaron en vanas ilusiones.
A veces creemos que nuestro mundo es chiquito y humilde y el que se dice sabio o importante nos lo quiere desvalorizar. Lo que vale de una persona no son los títulos, el dinero, la belleza física, coeficiente intelectual sino los valores humanos, los sentimientos y la fuerza de voluntad.
Cuando somos jóvenes o inmaduros no nos damos cuenta de lo que realmente podemos perder, hasta que comenzamos a perderlo porque poco a poco dejamos de alimentarlo. Al idealizar una relación o circunstancia  perdemos la perspectiva de lo bueno o lo malo, sin tener en cuenta que la verdadera riqueza está en ambos y al descubrir que no es perfecto se desmorona o nos parece insuficiente ya que no está de acuerdo con lo que soñábamos. 
La experiencia del adulto hace que podamos reflexionar y estar atentos para poder seguir soñando sin caernos en el primer tropiezo.
En la comunicación podemos hallar un obstáculo si no somos sinceros con nosotros mismos o si no nos atrevemos a expresar lo que realmente sentimos ya que los actos pueden no ser suficientes, se ven con el tiempo y no en el momento. Es positivo saber escuchar y observar al otro con mucho interés. Al ser inmaduros se es egoísta, no se tiene en cuenta lo que el otro necesita y así se daña al ser querido.
El amor es un proceso que requiere maduración y comprensión de ambas partes donde se debe aceptar el error y para que haya una reconciliación fuerte y duradera se debe pedir una sincera disculpa y perdonar con el corazón y no con la razón.
Con la experiencia de todo lo vivido en ese crecimiento encontramos la alegría y el gozo de los pequeños gesto de un café, una palabra, un afecto, una caricia, un mimo y así de esta manera recuperamos la belleza y el perfume de la rosa que casi perdimos.
Esta Rosa puede ser una relación de pareja, de amistad, de padres e hijos y de hijos a padres o relaciones familiares.



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